La revolución industrial del siglo XVIII dio lugar a una progresiva mecanización e industrialización de las sociedades. La voracidad creciente con la cual hemos accedido a los recursos naturales ha propiciado que después de más de dos siglos, la sobreexplotación de las materias primas se convierta en una acción insostenible para nuestro futuro inmediato.

Hoy intentamos cambiar los modelos de producción del siglo XX tan arraigados en nuestras sociedades de consumo, aunque resulta más fácil mover una montaña que doblegar los cánones de la tradición.

Mucho ha cambiado el mundo desde que se iluminaran las ciudades, tener una bombilla en casa se convertía en el símbolo del progreso, pero a su vez se trasformó en uno de los primeros símbolos de la obsolescencia programada.

Haciendo algo de breve historia, el 23 de diciembre de 1924 se reunieron en Ginebra los principales fabricantes mundiales de bombillas, entre ellos compañías como Osram, Phillips o General Electric. Allí firmaron un documento por el que se comprometían a limitar la vida útil de sus productos a 1.000 horas, en lugar de las 2.500 que alcanzaban hasta entonces. Este hecho en concreto, para muchos es el nacimiento de la obsolescencia programada siendo el primer ejemplo en el cual la industria acuerda reducir conscientemente la vida útil de un producto.

Esta forma de creación de bienes y servicios se empieza a popularizar con la llamada Gran Depresión que se originó en Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa de valores de Nueva York el martes 29 de octubre de 1929 (conocido como crack del 29 o Martes Negro).

Multitudes reunidas, el martes 29 de octubre de 1929, mientras se queman cientos de miles de dólares en pagarés.

(The U.S. National Archives).

 

El surgimiento del término se le atribuye al corredor inmobiliario Bernard London quien en 1932 sugirió que para estimular el consumo y salir de la Gran Depresión se debía: “Definir la obsolescencia de los bienes de consumo en el momento de su producción”. London empleaba una expresión que por entonces ya circulaba en la comunidad de negocios: “Obsolescencia programada”.

Quizás por esos irónicos caprichos de la vida es también una bombilla conocida como el “Centennial Light” el objeto que se ha convertido en un símbolo de resistencia cuestionando nuestros modelos de producción y consumo. Se encuentra encendida desde 1901 en el parque de bomberos de Livermore, en California y según los registros solo se ha apagada en cuatro ocasiones debido a traslados o reformas. Hoy cuenta con su propia web con una cámara 24 horas.

La bombilla del parque de bomberos de Livermore (California) funciona desde 1901

 

Después de saber obsoletos los modelos de producción lineal donde el esquema se reduce a comprar, tirar, comprar, hacia dónde nos dirigimos, qué modelos debemos plantearnos (productores y consumidores), ya que se trata de algo sistémico y por ende debemos modificar nuestra mentalidad.

El concepto de economía circular (CE) fue planteado por los economistas ambientales británicos David W. Pearce y R. Kerry Turner el 1989 con el trabajo «Economics of Natural Resources and the Environment». Se trata de un modelo económico que se centra en el aprovechamiento de los recursos en uno o más procesos circulares. Este modelo pretende generar los menos residuos de rechazo posibles y la menor huella ecológica, mientras que se maximiza el aprovechamiento de recursos. De hecho, una de las premisas es concebir el residuo como propio recurso.

Solo en el caso de nuestro país, actualmente cada español genera al año una media de 460 kg de residuos urbanos, es decir, seis veces más que su peso medio. Estas cifras hacen que nos plateemos nuevos modelos.

Todos debemos incorporar las 7 R: Rediseñar, Reducir, Reutilizar; Reparar, Renovar, Recuperar, Reciclar

 

 

Sobre estos verbos se construye el concepto de economía circular que no es más que propiciar un sistema económico y social que tiene como objetivo la producción de bienes y servicios al tiempo que reduce el consumo y el desperdicio de materias primas, agua y fuentes de energía.

Ecoembes desde su plataforma nos expone en que consiste las 7R.

Rediseñar: consiste diseñar los productos teniendo en cuenta al medioambiente, es decir, en base al ecodiseño. De esta forma, no solo prima la funcionalidad del producto a la hora de fabricarlo, sino también la sostenibilidad.

Reducir: consumimos mucho y muy rápido. Así que para cuidar el medioambiente debemos reducir también la cantidad de productos que consumimos y los residuos que generamos.

Reutilizar: su objetivo es alargar la vida útil de los productos, ya sea usándolos de nuevo o dándoles nuevas vidas a través de manualidades o bricolaje. En internet encontrarás miles de ideas para volver a utilizar cualquier producto.

Reparar: muchas veces, cuando se nos estropea un producto tendemos a comprar uno nuevo, sin ni siquiera considerar la opción de repararlo. Pero reparar normalmente es más barato y siempre mejor para el medioambiente. ¡Ahorro en materias primas, energía y reducción de residuos!

Renovar: se trata de actualizar todos aquellos objetos antiguos, con el objetivo de que puedan volver servir para aquello para lo que fueron creados.

Recuperar: consiste en recoger materiales que ya han sido usados para reintroducirlos en el proceso productivo.

Reciclar: es reintroducir residuos que ya han sido usados en los procesos de producción de manera que sirvan como materia prima para otros productos nuevos. Realmente, debería ser la última opción después de probar todas las anteriores. Porque recuerda que ¡el mejor residuo es el que no se produce!

En nuestra empresa, Moquetas Asan, trabajamos con infinidad de proveedores que garantizan que sus productos tengan un bajo impacto medioambiental, tenemos en cuenta que el pavimento ligero que utilizamos cumpla con las normativas europeas y tenga una reducida huella de carbono.

Muchos de nuestros proveedores de materiales, tienen implantadas múltiples estrategias de economía circular, desde reutilizar las moquetas modulares usadas dándole un nuevo uso, hasta diseñar un producto que sea completamente reciclable y que se pueda reutilizar en la fabricación de nuevas losetas de moqueta.

Alguna empresa como Tarkett, tiene programas de recuperación y reciclado de suelo; este es el caso de ReStart proyecto, que se encarga de recoger el viejo suelo vinílico clic o autoportante o antiguas moquetas. Retira allí donde lo necesiten todo el material para reciclarlo y le proporciona al contribuyente un certificado que avala la cantidad de material aportado.

Para Tarkett, cada residuo que recoge y recicla, marca una diferencia positiva para nuestro medio ambiente. Los materiales reciclados deben cumplir con unos estándares excepcionales de salud y seguridad que han establecido, los cuales están muy por encima de los estándares convencionales de la industria.

Todas estas estrategias para reducir el impacto medioambiental contribuyen al Pacto Verde Europeo y a la construcción y renovación sostenible de edificios

Con el Pacto Verde Europeo, la UE quiere liderar el camino hacia la sostenibilidad global y la lucha contra el cambio climático. Para ello, propone un marco normativo para los Estados miembros con fecha de destino en 2050, que tiene la intención de lograr que Europa sea el primer continente en obtener la neutralidad climática, logrando un equilibrio entre la cantidad de emisiones de CO2 y la cantidad que se retira.

Este Pacto Verde Europeo incluye un apartado que nos compete directamente como empresa y es el destinado a la construcción y renovación de edificios. Debemos preocuparnos cada día por la elaboración de edificios y espacios sostenibles. La arquitectura juega un papel muy importante, ya que se estima que el 40% del uso energético se realiza desde los hogares.

¿Qué es un edificio sostenible?

El fin de un edificio sostenible es ser respetuoso con el medioambiente y eficiente energéticamente.

Para ello debe cumplir con los siguientes principios:

– Empleo de energías renovables que no generen emisiones contaminantes.

–  Debe ser construido de tal forma que se aproveche al máximo la luz solar, así como la ventilación   natural

– Que se asiente sobre un ecosistema adecuado sin interferir en él.

– Uso de materiales reciclables o respetuosos con el medio ambiente que alarguen la vida útil del edificio y contaminen menos.

– Que mejore el confort y el bienestar de sus habitantes.

– Que cuide la estética sin desentonar con el entorno en el que se ubica.

Recientemente hemos estado involucrados en un proyecto que es uno de los mejores ejemplos de edificación sostenible realizada en nuestro país.

El edificio Ombú 6 de Madrid, ejecutado por Acciona Construcción y diseñado por los estudios de arquitectura de Foster + Partners y Ortiz y León Arquitectos.

Este edificio destaca por su baja huella de carbono, utilizando todos los recursos posibles para disminuir el impacto ambiental. Un ejemplo es el extraordinario aprovechamiento del lucernario central para aportar una gran cantidad de luz natural a todo el interior. Se ha respetado el antiguo edificio neomudéjar y sus entornos  han aportado amplios jardines y patios que envuelven el edificio y conectan con un gran parque de 12.400 metros cuadrados con 350 árboles, siendo esto un pulmón natural no solo para la edificación, sino que también para el entorno urbano en el cual se ha emplazado.

Edificio Ombú 6 de Madrid.

En resumen, generar un entorno sostenible y verde es responsabilidad de todos, también nosotros como consumidores debemos reducir nuestra fascinación y seducción por lo nuevo, la obsolescencia no solo responde al deseo de la industria de vender más, sino también al del consumidor de poseer el último modelo.

Romper con los antiguos modelos de producción y servicio genera también formas beneficiosas para la economía no exploradas lo suficiente hasta el momento, ya que reutilizar recursos es más rentable que crearlos de cero, con el coste económico y de producción que ello conlleva. Como un resultado directo de este nuevo modelo, se cuida el medio ambiente al evitar que proliferen los residuos. Reducir, reutilizar, reparar y reciclar permite a las empresas aprovechar mucho más los materiales y sumar a la cadena de producción nuevos puestos de trabajo.

Al final, transformarnos y conquistar modelos más eficientes forma parte de la evolución.

Pensemos en una de las grandes sentencias del padre de la evolución Darwin allá por 1859, en su capítulo quinto del libro «El origen de las especies», donde plateaba que: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.

Guibert Rosales.