En 2007, de acuerdo con la consultora Emergent Research, había solo 14 espacios compartidos en el mundo. Tiernos comienzos de un sector que pisa cada día más fuerte sobre pavimentos de diseño y que aspira a representar en 2030 el 30% de las oficinas.

De Co-working a Espacio Flex, de mesa alquilada a comunidad de personas, de aislamiento a la creación de redes.

La situación que vivimos actualmente nos ha demostrado que la tecnología nos permite trabajar de forma remota y no por ello perder el contacto entre las personas. Pero ese contacto telemático no es espontáneo, si no dirigido, no es natural, sino planificado. Es ahora cuando mejor podemos comprender el auge de estos espacios. Una comunidad virtual nunca podrá sustituir la interacción humana de una comunidad vinculada físicamente.

Este fue el detonante de la aparición de los primeros co-workings y sigue siendo su motor principal.

Los espacios de trabajo compartidos potencian la cooperación y no la competencia, fomentan la colaboración por proyectos, facilitan las sinergias entre talentos dispares, ofrecen entornos híbridos donde se mezclan el ocio, el networking, el trabajo y en definitiva la vida. Las fronteras entre lo personal y lo laboral se desdibujan y estas tendencias se encarnan en lugares abiertos pero cargados de valores e identidad. El espacio responde como una colectividad, un altavoz, algo más grande que uno mismo.

Un coworker quiere trabajar en un lugar con el que identificarse, como una extensión más de su personalidad laboral y personal. El espacio debe transmitir valores como la sostenibilidad o incluso el compromiso social, porque en algunos casos, estos entornos camaleónicos que de día son oficinas y de noche sala de conciertos, pueden ser hasta motores de transformación social. En ellos se gestan los nuevos cánones del futuro.

Formar parte de una comunidad que inspira el intercambio casual de ideas, evitar el aislamiento que conduce al empobrecimiento laboral y personal es lo que nos motiva a trabajar en comunidad, pues los humanos seguimos siendo animales rematadamente sociales.