Hasta la aparición de las certificaciones de “edificios sostenibles”, entre otras, era difícil determinar de una forma válida y objetiva el verdadero grado de sostenibilidad ambiental de los edificios.
Ya en 2020, hablamos con total naturalidad de las certificaciones LEED (EEUU) o BREEAM (su equivalente en Europa, desarrollado en Reino Unido) para referirnos a los sistemas de evaluación del grado de sostenibilidad medioambiental y energética de las distintas construcciones.
A través de la evaluación de distintas categorías dentro de los edificios, se obtiene un resultado ponderado que permite definir en qué rango de certificación se encuentra la construcción.
En el caso concreto de España, también contamos con el desarrollo de un sistema de certificación propio (reconocido a nivel europeo) para fomentar la creación de un mercado más sostenible en la construcción, el VERDE: Valoración de Eficiencia de Referencia de Edificios.
Y puestos a hablar de certificaciones, sin duda debemos mencionar el certificado WELL, a través del cual se miden las características de los espacios en términos de impacto en los niveles de salud, bienestar y motivación de los ocupantes.
Con todo esto, los distintos actores que operamos en la industria de la construcción, estamos investigando de forma continua para ofrecer soluciones que se adapten a las nuevas exigencias de una época de cambios. Desde la eficiencia en el uso de los recursos, por ejemplo, utilizando el residuo de redes de pesca en el mar para la fabricación de soportes de pavimento, hasta el desarrollo de productos que mejoran la calidad de vida de los usuarios, como es el caso de las moquetas que atrapan las partículas de polvo en suspensión entré sus fibras.
Por eso, desde asan queremos dar las gracias a los arquitectos, constructores y usuarios por demandar un avance necesario y a los fabricantes e investigadores por hacer posible una industria más humana y responsable con nuestro entorno. Gracias.