La singularidad de Lanzarote reside en el trinomio de naturaleza, arte y arquitectura.
Esta isla, característica por sus enigmáticos paisajes volcánicos, las aguas cristalinas que la rodean, la arquitectura vernácula singular de la zona y el ideario estético arte-naturaleza, permiten disfrutar de una vistita de ensueño.
Una de las zonas más representativas de la isla es el Parque Nacional de Timanfaya. De carácter salvaje, ocupado por conos magmáticos, rocas en formas caprichosas y una paleta de colores en tonalidades pardas, ocres, rojizas y anaranjadas convierten a este en un lugar magnético.
No es de extrañar que la UNESCO la haya declarado Reserva de la Biosfera en el año 1993, convirtiéndose en el primer lugar de España en desarrollar la zona urbana de manera sostenible.
La persona que impulsó este movimiento ecológico es el artista César Manrique.
Realizó acciones tales como la ordenación del paisaje y la arquitectura tradicional, en el año 1966 que, consistió en quitar los carteles publicitarios de las zonas al aire libre. Entre sus proezas destaca la denuncia de la construcción de macropuertos y hoteles.
Todo ello tuvo como consecuencia que la isla cuente con trece espacios naturales protegidos.
Esta influencia de respetar ecosistema llegó más lejos, hasta el nivel de integrase en un nuevo modelo a la hora de realizar proyectos arquitectónicos e incluso al arte.
El nuevo modelo consiste en la preservación de la naturaleza a través del arte y de la arquitectura, combinando la antigua tradición con la modernidad bajo las directrices de César Manrique.
La forma que adquirió la arquitectura fue paulatina y de una manera natural.
Aprovechando el espacio de esta se generaron proyectos tales como Jameos del agua.
Este es un túnel volcánico que cuenta con un auditorio creado a partir de las aberturas de la cueva. Además, comparte espacio con una zona de exposiciones. Todo ello coronado por un jardín a modo de oasis sobre la oscura piedra volcánica. Así como hay un lago interior producido por las filtraciones marinas en el que habita un pequeño crustáceo llamado “jameito”, único en el mundo, ciego y de color blanco.
Otra creación de arquitectura invisible es El Mirador del Río. Esta atalaya subterránea situada en los acantilados de Famara, es un lugar magistral para admirar las vistas del Archipiélago Chinijo.
Su última obra y, curiosamente la primera con la que soñó realizar es el Jardín de Cactus. Una construcción sostenible que transformó una antigua cantera en un área donde la arquitectura, la escultura y la naturaleza se integran.
Asimismo, hay que añadir la visita al Museo del Campesino. Este último, es un conjunto de casas bajas tradicionales rodeadas por tierras de cultivo, en el que destaca, la gran escultura denominada “Fecundidad”, da un protagonismo especial al paisaje ya que, este monumento, está formado por las piedras naturales de la Peña de Tajaste.
Igualmente, la Casa Museo del Campesino alberga una serie de salas expositivas y talleres relacionados con las labores de los campesinos, así como un restaurante para degustar la gastronomía típica de la isla.
Otro espacio interesante, es la Casa-Museo César Manrique, en la que hoy en día está instalada la sede de su fundación. Antiguamente era una casa en ruinas que el mismo reconstruyó y diseñó cumpliendo su deseo de vivir con lava ya que, generó un oasis en medio de un río de lava petrificada.
Todas estas zonas fueron creadas por Manrique. Este quería mostrar la belleza de la isla en todo su esplendor, cuidando cada detalle y marcando el aspecto externo de esta y, sin duda lo logró.